En el contexto ecuatoriano, la asociatividad y el cooperativismo emergen como estrategias fundamentales para impulsar el desarrollo socioeconómico, especialmente en sectores vulnerables y comunidades rurales. Estas formas de organización, arraigadas en principios de solidaridad y ayuda mutua, han demostrado ser herramientas poderosas para generar ingresos, fomentar la inclusión social y fortalecer el tejido comunitario.