Las cooperativas contribuyen al desarrollo de las comunidades rurales más allá de la esfera económica al fortalecer la cohesión social, promover la autogestión y fomentar la sostenibilidad ambiental. A través de la organización comunitaria, impulsan la educación, la equidad de género y la participación democrática, permitiendo que los productores locales accedan a mejores condiciones de vida y servicios básicos. Además, muchas cooperativas implementan prácticas agrícolas sostenibles, ayudando a la conservación de los ecosistemas y la seguridad alimentaria.
Sin embargo, la falta de reconocimiento de las cooperativas como una fuerza impulsora del desarrollo se debe a factores como la escasa visibilidad en las políticas públicas, el limitado acceso a financiamiento y la percepción de que son menos eficientes que las empresas privadas. Además, la falta de formación en gestión cooperativa y la fragmentación del sector dificultan su crecimiento y reconocimiento a nivel nacional e internacional. Para cambiar esta situación, es necesario fortalecer marcos legales, promover la educación cooperativa y generar alianzas estratégicas que impulsen su desarrollo.