La investigación científica para validar las propiedades medicinales de las plantas generalmente sigue un proceso estructurado que involucra varias etapas. Primero, los científicos identifican las plantas que han sido utilizadas tradicionalmente por comunidades locales o indígenas para tratar enfermedades específicas. A continuación, se lleva a cabo una fase de recolección, donde se obtienen las plantas para su análisis en el laboratorio, evaluando componentes químicos activos, como alcaloides, flavonoides, terpenoides, entre otros. Luego, se realizan estudios fitoquímicos para identificar estos compuestos y se procede con pruebas biológicas en cultivos celulares o en modelos animales para determinar su actividad farmacológica, como propiedades antiinflamatorias, antioxidantes o antimicrobianas.
Tras estos estudios preclínicos, se realizan ensayos clínicos en humanos para evaluar la seguridad, dosificación y eficacia de los tratamientos. Si los resultados son positivos, la planta puede ser considerada para su desarrollo y comercialización como producto farmacéutico.