Las cooperativas juegan un papel fundamental en las zonas rurales que trasciende los beneficios económicos. Su impacto se refleja en el fortalecimiento del tejido social, el impulso a la educación y el cuidado del medio ambiente. Mediante sistemas de gestión autónoma y trabajo conjunto, estas organizaciones logran empoderar a sus integrantes, facilitan el acceso a servicios fundamentales como salud y educación, y ayudan a mantener vivas las tradiciones locales. También son importantes promotoras de la igualdad entre géneros y ayudan a las comunidades a ser más resistentes frente a las adversidades.
Sin embargo, estas organizaciones enfrentan desafíos para obtener el reconocimiento que merecen. Esto se debe principalmente a que el modelo de desarrollo dominante está centrado en principios capitalistas, hay poca visibilidad de los resultados positivos que generan, y existe un apoyo insuficiente tanto del gobierno como del sector financiero para permitir que estas iniciativas crezcan y se multipliquen.