Las cooperativas crean un sentido de comunidad y solidaridad entre sus miembros, promoviendo la participación activa en la toma de decisiones y la gobernanza local. Esto fortalece la cohesión social y el trabajo en equipo, lo que permite que los miembros enfrenten desafíos colectivos de manera más efectiva. Muchas cooperativas invierten en la formación de sus socios, brindándoles conocimientos en administración, producción, gestión de recursos y liderazgo. Esto mejora la capacidad de los trabajadores rurales para gestionar sus negocios y adaptarse a nuevas tecnologías y regulaciones.
Las cooperativas suelen fomentar la participación de mujeres y jóvenes, dándoles acceso a oportunidades económicas y sociales que tradicionalmente han sido limitadas en comunidades rurales. También promueven la equidad en la toma de decisiones y la distribución de beneficios. Muchas cooperativas rurales adoptan prácticas agroecológicas y modelos de producción sostenibles que protegen los recursos naturales y garantizan la seguridad alimentaria de sus comunidades. También implementan iniciativas para el uso eficiente del agua, la conservación del suelo y la reducción de residuos.