Al depender de un ecosistema sano y lleno de biodiversidad, las comunidades locales, guardianas de la selva, tienen un incentivo directo para proteger sus hábitats y especies, ofreciendo una alternativa a actividades dañinas como la deforestación o la caza excesiva de la fauna, esto fortalece la autonomía y la gobernanza de las comunidades, permitiéndoles liderar la conservación de sus territorios con sus conocimientos ancestrales.