A pequeña escala, existen diversas defensas agrícolas naturales que pueden implementarse de manera efectiva y sostenible. Algunas de las más destacadas incluyen la rotación de cultivos, que interrumpe los ciclos de plagas y mejora la salud del suelo; el uso de plantas repelentes como albahaca, ajo o menta, que protegen de manera natural contra insectos; y la creación de preparados orgánicos a base de plantas como el neem o el ajo, que actúan como insecticidas suaves. Además, el control biológico, a través de la introducción de insectos beneficiosos, y la implementación de prácticas como el acolchado o mulching, contribuyen a reducir la necesidad de insumos externos, protegen la biodiversidad y mejoran la resiliencia de los cultivos. Estas técnicas no solo promueven un enfoque más ecológico y saludable, sino que también ayudan a las comunidades agrícolas a ser más autosuficientes y sostenibles.