La ganadería intensiva, especialmente la bovina, es un factor crítico en la erosión del suelo, disminuyendo la productividad agrícola y agotando nutrientes esenciales para los ecosistemas. Además, la agricultura a gran escala impulsa la deforestación, dañando el ecosistema amazónico. Esto destruye hábitats, afecta fuentes de agua, reduce la biodiversidad y altera el clima local, poniendo en peligro la agricultura sostenible. La erosión del suelo degrada la tierra, afectando la salud de los ecosistemas y la producción de alimentos. La deforestación, por otro lado, tiene consecuencias devastadoras en la biodiversidad y el clima. Ambos problemas requieren atención urgente para proteger el medio ambiente y garantizar la seguridad alimentaria a largo plazo.